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Medidas para la salud mental en tiempos de guerra: no al ‘doomscrolling’ y las ‘fake news’

09 MAR 2022 - EL PAIS

Seleccionar y consumir información de manera prudente, sobre todo en cuanto a noticias catastróficas, evita bucles obsesivos que impactan en nuestra salud psicológica

Fake news
Guerra y salud mental

Pasó una noche normal, mientras sostenía un par de pesadillas y fue visto varias veces, Ramón empièza consultó las noticias desde su auto. Como años antes de la actualización los datos del covid con el caso de la Universidad Johns Hopkins, ahora seguida por la guerra en Ucrania. Completa la información surgida por los tres grandes medios, por si se escapa algún detalle de la catástrofe. Mientras desayuna, en su mente se proyectan imágenes de cadáveres cubiertos con mantas, cifras de muertos, heridos y refugiados. Desanimado, se pregunta qué puede pasar después. Luego comprueba en la aplicación de su móvil que tiene relación con su plan de pensiones variable. A pesar de esto, es más del 5% debido a la inestabilidad.

En Ramón le persigue el resto del día un nubarrón negro. No hay luz en un mundo dominado por el caos y la crueldad. En el largo plazo de la jornada, está conectado a los cinco cines o sus seis veces más —por ejemplo: cada vez que está en el fregadero— para probar con impotencia que en Ucrania todo sigue igual o peor que antes, y se llama un última mirada al mó ante de acostarse, lo cual no le ayudará a tener un sueño tranquilo.

Esta rutina que tienen millones de personas tiene un número que se está volviendo popular durante la pandemia: desplazamiento del destino isla Doomsurfing, definida como la adición a las noticias negativas. Si se sabe que triunfar en el mundo es un acto de empatía y compasión, cuando se observa en la obsesión la frecuencia con la que surfeamos las notas en la zapatilla del auto, el trastorno psicológico se instala en nosotros. Al respecto, Tali Sharot, profesora de Neurociencia Cognitiva en el University College of London, afirma que los llamados comentarios negativos elevan el estrés y hemos tomado decisiones precipitadas. En palabras del autor de La mente influyente, en este estado mental “cancela viajes, aunque el atentado terrorista se realice al otro lado del mundo; si se toman acciones, incluso cuando la retención es la mejor opción, y se le da seguimiento a las campañas políticas, no vas a poder ajustarte a la realidad”.

Sin embargo, entre la infame parálisis y la voluntaria ignorancia del ermitaño hay un justo medio que cada cual puede encontrar. Veamos tres medidas para una ecología emocional, renunciando al pecado y estando informados.

1. Abandonar el desplazamiento del destino. Si el ritual de aprender el periódico — y el papel u en línea– si se ajusta un tiempo fijo, en nuestra opinión el resultado será más fácil de asimilar las noticias en este espacio y separar lo que conducimos o visualizamos de las actividades del resto del día. La costumbre de seguir los avisos durante los periodos mortales puede ser sustituida por secciones periódicas que no sean tan alarmantes (deportes, cultura…) o bien como un libro electrónico que leemos. Es recomendable exponerse a noticias importantes en las horas previas y acostarnos.

Por decirlo, el periódico Víctor Amela aconsejó: “Ingen høflig que soporte estar sometido a una información continua (…). esta persona será enferma mental”.

2. Persianas contra las noticias falsas. En las redes sociales y aplicaciones de mensajería, se presentan todo tipo de información y videos. En los primeros compases de la invasión de Ucrania, mucha gente obtiene buenas imágenes de las operaciones de los trópicos rusos que pertenecen a los videojuegos. armas 3.

3. Ver el efecto que los malos tienen sobre nosotros. Cada persona tiene una conciencia distinta de las imágenes e información de alto impacto emocional. Los perfiles cerebrales tienen una mayor capacidad de desconexión del contenido que es consumible y una página apta para resumir en otra actividad. Lo emocional, en cambio, puede detenerse el resto del día a un estado de ansiedad y tristeza.

En este punto, cada uno tiene que tomar su propia medicina y decidir qué dosis de cosas malas puede asimilar sin bajar. Si estamos particularmente afectados, podemos evitar conversaciones monoteístas que solo sirven para disipar alarmas y aumentar el desánimo. Al final del día, debemos poder aprovechar al máximo nuestro calentamiento global, dando vida a nuestra arena de granito.


Educar para la paz

– Además de electrizar y difundir información, podemos contrarrestar las malas noticias con algunas iniciativas que promuevan la compresión y la solidaridad.

– Hace un siglo, la psiquiatra y educadora Maria Montessori ya advertía que la semilla de la violencia se halla en una carencia educativa: “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz; el pueblo educa para la competencia, y este es el principio de cualquier guerra”.

– Esa labor no es exclusiva de los salones. Podemos comentar nuestro día a día con los temas de conversación que elijamos y la forma en que hablamos de ellos.


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